“Sobre la tumba de nuestros difuntos coloquemos juntas un sufragio con la promesa efectiva de mejorar, buscando la máxima perfección incluso en las pequeñas cosas. Cuando cada una de nosotras sea perfecta o santa, el Instituto será santo, para conseguirlo es necesario ser inexorables jueces de nosotras mismas; con inmensa caridad hacia las demás”
(M. Serafina, Cir.25)